20 de marzo de 2011

Abstracción


Abstracción o enajención es eso que ocurre (o no ocurre) en tu mente cuando te quedas harto rato mirando un punto fijo o haciendo algo sin prestar la más mínima atención a la realidad inmediata. Termina en el momento en que alguien te golpea en la nuca o pasa su mano delante de tus ojos una y otra vez hasta que dices "ooh, me quedé pegad@"

Diría yo que este estado es el que prima en los niños menores de cuatro o cinco años. Pueden pasar horas jugando con bloques de madera o presionando el botón de algún juguete sonoro una y otra vez. Para suerte de algunos, por desgracia en mi opinión, esta facultad de abstraerse aún en las circunstancias menos oportunas, se pierde con la venida de la segunda infancia. Evidentemente es necesario que los momentos de enajenación se espacien cuando el infante se vuelve adolescente y luego adulto, siendo reemplazados por una lucidez en lo posible prolongada. ¿Qué sería de los pasajeros de un avión si el piloto se detuviera en un embeleso repentino por los bonitos y brillantes colores de las luces del panel de control? ¿O del paciente cardíaco, cuando en una cirujía a corazón abierto, el médico se quedara mirando cómo late y late el órgano desnudo? Cómo late...y...late.....y.....late......y......oh, ya no late ):

La lucidez es útil, no lo discuto. No sería ni placentero ni fácil vivir en un mundo en el que estar con los pies bien puestos en la tierra costara tanto como comer pan con palta sin derramarla. Es una lástima, sin embargo, que no podamos disfrutar tranquilamente de un instante de abstracción a menos que estemos en soledad. Siempre estará presente aquel desagradable golpe en la nuca, el sujeto que te zarandea o la mano oscilante frente a tu rostro, obligándote a aterrizar. En la más rebuscada, pienso que se debe, tal vez, a algún tipo de envidia absurda alojada en el subconsciente: "Por qué ella está en otra parte y yo estoy aquí. No es justo". No me malinterprenten, siempre me he reído de algunos de mis coetáneos y coetáneas, que se empeñan en convencerse a sí mismos y al resto de la gente de su condición de niños índigo o algo así. No es que desee irme de este mundo porque "no lo soporto o porque nadie me entiende" ni mucho menos. Pero es innegable que estar en un lugar sin estar realmente proporciona un cierto placer diferido. Digo diferido porque uno no es capaz de sentir realmente ese placer hasta el momento en que ha salido de su abstracción y se da cuenta de que no ha estado consciente los últimos minutos.

En conclusión, la próxima vez que vean a alguien "pegado", no lo interrumpan, déjenlo ser en su no-serencia, pues lo quiera o no, llegará el momento en que despertará.
Y me inclino ante monjes y chamanes y toda esa gente iluminada que ha logrado la facultad de aislarse a voluntad.

2 ilustraciones:

gabo dijo...

Yo me quedo pegado todo el tiempo, hasta cuando camino, y se supone q debiera estar atento, me pregunto cómo la haré cuando maneje D:
Y tambien puedo decir con certeza que no soy índigo ni monje tibetano hahah, solo soy un Gabo,y me agrada quedarme pegado, es cool. Impongo estilo ;)

Unknown dijo...

mientras no seas cirujano...

Publicar un comentario